Por lo general todas las veces que
pensamos en el futuro nos hacemos la idea de un
porvenir mucho mejor en todos los sentidos, crecer en estatus, en
conocimiento, en el desarrollo de un área que hoy presento dificultad, pienso
mi economía, mis ganancias han de aumentar, me haré esto, tendré aquello,
viajare a tal país ,en fin todo lo que pasa por mi mente con respecto al futuro
es de uno victorioso, y muchas veces nos permeamos del mundano pensamiento de
que Dios a cada quien le tiene lo suyo.
Pero te has
detenido a pensar en tu vejez… ¿En como lucirás cuando
llegues ahí?
La vejez es aquella etapa a las que
todas llegaremos a menos que nuestro gran Dios y Soberano lo impida.
Y hablando de vejez el libro de Lucas
2:36-38 nos relata una pequeña, pero sustanciosa historia de una anciana muy
avanzada en edad, la profetisa Ana. Evidentemente esta mujer solo pudo
disfrutar de la vida de matrimonio luego de su virginidad siete cortos años.
Esto debió de ser muy duro para ella
como esposa, y sabemos que todo esto es parte del plan de Dios. La otra Ana
madre de Samuel nos dice que Jehová mata y el da vida (1Sam 2:6). Más los 84 años de viudez de la profetisa no fueron una excusa
para ella apartarse a vivir una vida de soledad, amarguras, quejas y lamentos o
de vivir una vida de puro ocio.
El tener 91 años, los 7 de la vida de
matrimonio más los 84 de viudez sin
contar cuantos tenía cuando se casó
suman 91 años, tal vez tenía más pero me limitaré hasta donde la biblia
refleja; la vejez trae con ella el desgaste físico, tus energías y fuerzas
disminuyen al máximo,nos acompañan aquello que a todo costo evitamos: las canas
(Sal 71:9,18), las arrugas empiezan a formar parte de nosotras, muchas nos
encorvaremos , otras tendremos enfermedades fisiológicas que se añadirán, los
famosos achaques serán muchas repuestas a las preguntas de ¿Cómo te sientes?.
Esto es una de las muchas realidades que no podemos evitar por más que luchemos
contra ella.
¿Te
visualizas a esa edad día y noche sirviéndole a Dios? Lucas dice que ella
servía, pero esto iba acompañado de ayunos y oraciones. Algo me llama a la
atención es que lo hacía porque tenía
una relación personal con Dios, cuando esto sucede (esa relación) el deseo de
servir en el templo y a otros creyentes ha de fluir solo.
Ana tenía una vejez la cual yo cuando
me toque vivir quisiera ser como ella, estaba sobria, oraba a su padre, servía,
vivía agradecida y sobre todo le hablaba
a todos del niño (Jesús).
La vida
piadosa no inicia a los 75, si eres joven dá inicio a ella siendo intencional en
pasar tiempos de calidad con tu redentor, en escudriñar su palabra, dedica
tiempo en servirle a sus santos, y sobre todo procura no caer en el error de
ser piadosa para gloriarte de ello, o caer en una nueva elite, que la meta sea
como les diría el apóstol a los (Gálatas 4:19) que Cristo sea formado en
nosotras.
Cultivar esa vida de piedad implica sacrificio,
compromiso (1Tim 4:7); padecer persecución (2Tim3; 12); y como nos dice Bárbara
Hughes: deshacernos de toda asociación, hábito y tendencias que nos impidan
tener una vida piadosa, ¡esto es duro!
Pero un consuelo que nos da el Señor
es (2Pedro 1:3) Todas las cosas que pertenecen a esa vida de piedad ya Dios nos
la ha dado. ¿Qué hacer entonces? Creer y empezar a vivir así.
Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor
Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad,
haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al
cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. (Hebreos 13:20,-21)
Bendiciones Yulehisy
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