miércoles, 20 de junio de 2018

Aprobada, en Cristo




Todas nosotras nacemos con un deseo natural de aceptación, desde pequeñas queremos ser la favorita de nuestros padres, tíos, abuelos. En la escuela buscamos encajar en algún grupo, transformamos nuestra forma de actuar, vestirnos, de hablar solo para no desentonar con el de la mayoría. Buscamos ser aprobadas por los demás. Esta inseguridad emocional nos lleva a no estar contentas con quienes somos y a pensar que, si tan solo podemos lucir como alguien más, podríamos ganar afecto o aprobación.

Es la joven  que está luchando entre dos aguas: si vestir de acuerdo a la modestia o seguir las modas de sus compañeras de clase, la esposa que vive intranquila pensando que cosa más hacer para ser calificada como la mejor esposa, la chica soltera de más de 28 años que decidió iniciar una relación de noviazgo solo porque todas las de su edad ya están casadas, es quien piensa que es mejor persona por los ascensos laborales, un buen salario o un master más en su currículo y no por ser mejor Cristiana, somos muchas de nosotras que nos quedamos calladas ante situaciones en las que deberíamos mostrar nuestras convicciones al mundo, por no desagradar o aquella Hermana en Cristo que participa activa y fielmente en varios ministerios y grupos en la iglesia tal vez porque así será percibida como espiritual y consagrada.

Es cosa de todas…

Yo me he sentido así y pienso que cada mujer en este mundo también, no en vano somos hijas de Eva. Ella vivía junto a su marido en el mejor lugar que haya existido. Con todas sus necesidades físicas y afectivas cubiertas…pero aun así Satanás la sedujo a pensar que había algo que necesitaba, eso era “ser como Dios”, al creerle a Satanás tanto el hombre, como la mujer cayeron en el mayor error que jamás se halla cometido. Allí perdieron su identidad, la cual estaba en Dios mismo, ya que fueron creados a su imagen. El pecado se introdujo y aquellos que antes solo debían vivir para agradar a Dios, ahora vivirían para agradar a los demás. Junto a su corazón pecaminoso vinieron las inseguridades, la baja y alta autoestima (orgullo), la vergüenza, el miedo al qué dirán, la presión de grupo y todas aquellas disfunciones de las que se nos habla tanto en estos días.

Podríamos pensar que estoy escribiendo solo para aquellas mujeres que aún no han conocido a Cristo, que aún están bajo el dominio de Satanás, pero no es así. Si es cierto que el ideal sería que cuando recibimos el evangelio y nos arrepentimos de nuestros pecados, comencemos a vivir una nueva vida, cuya identidad es Cristo y por ende nada le falta, pues Jesucristo basta (como dice la alabanza), pero sucede que no es así en la mayoría de los casos. Nuestra vieja mujer que está viciada por los deseos engañosos continúa luchando para imponerse y con ella traer al presente nuestros viejos hábitos.


El evangelio es el remedio

Antes de conocer a Cristo, andábamos errantes sin un centro, norte o esperanza. Pero ahora que hemos sido halladas por El, llamadas y amadas. Nuestra vida es diferente, se ha llenado de colores y nuevas fuerzas. Su gracia se ha manifestado de multiformes maneras, siendo Cristo el objeto ahora de nuestra identidad. En el estamos, somos y nos movemos, nuestra vida esta escondida en El, fuimos hechas por El y para El. Y nuestra mayor esperanza es que un día estaremos junto a Él, para vivir por siempre. Cristo es quien llena toda necesidad del alma humana, si estamos hambrientas de aprobación es porque aún no estamos viviendo lo que profesamos de forma plena. En él lo tenemos todo, dice la palabra que no han sido dadas todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad…tal vez es que lo que estamos buscando son cosas que no son piadosas por eso nos sentimos vacías.

El evangelio también nos libra de querer aparentar ser quienes no somos en realidad, no necesito hacer cosas para lucir más piadosa, inteligente, disciplinada o espiritual. Pues nada se trata de mí, todo se trata de Cristo y su obra. Él es el Santo, el Sabio, el Omnipotente y todos los superlativos que pudiéramos imaginar en los calificativos que distinguen a nuestro Dios. Y todo eso lo ha compartido con nosotras. Cuando creemos la justicia de Cristo es puesta sobre nosotras y nuestro pecado queda en el olvido, por una nueva mujer creada según Dios (en justicia y santidad). Cristo sabe quiénes somos (pecadoras, malas, que no deseamos nada Bueno), aun así, nos escogió para salvación. Dios nos hizo aceptas en el amado, esa es la única aprobación que es verdaderamente importante.

El buscar en otros lo que solo debemos hallar en Cristo se convierte en una tarea extenuante e infructífera. Descansemos en Cristo, en su amor, su perdón, su redención. Él nos ha aprobado en El mismo… ¿Que más necesitamos? 

1 comentario:

  1. Muchas gracias por la reflexión, gracias por compartirla . Bendiciones desde Gran Canaria España.

    ResponderEliminar