Sal 119:12 Bendito
tú, oh Jehová;
Enséñame tus estatutos.
Bendecir a Dios es un acto de adoración a El que
surge de un corazón rebosante de la palabra de Dios, de un corazón agradecido y
de un corazón que tiene una fuerte relación con Dios y le ama. ¿Bendices a Dios
con frecuencia? O todo lo contrario, siempre tienes quejas hacia El. Nuestra
vida completa debería ser una alabanza, una ofrenda que le dijera a Dios a cada
instante lo agradecidas que estamos de ser sus hijas y lo beneficiadas que nos
sentimos por ello. ¿Por qué no te atreves y en este mismo momento elevas una
palabra de alabanza y honra a Dios? Vamos! Hazlo! Veras que bien se siente.
El problema es que para muchas de nosotras sería
un acto de hipocresía, pues vivimos vidas tan vacías de Dios y llenas de
vanidades, que al abrir la boca no salen bendiciones para Dios sino más bien
comentar la ultima foto que una de las chicas del grupo de jóvenes subió a
facebook. Es una pena esto, pero es nuestra realidad. De Dios es de quien
debemos de hablar, a el debemos exaltar, no a los artistas que dicen cantar
música cristiana. Luego de esta genuina adoración el salmista hace una petición
a Dios, y es que le enseñe El mismo sus estatutos. Le pide a su Dios que sea El
mismo que le muestre como cumplir sus mandatos. Podemos observar su humildad y
sumisión a Dios, su deseo de ser olor fragante a Dios. Al estudiar este
versículo encontré que la palabra “enseñar” que vemos en este texto quiere decir
adiestrar, siendo la vara el incentivo utilizado.
También, instruir, domar. La
idea es que El le pedía a Dios que le motivara a aprender, utilizando el medio
deseado por Dios. Dios nos conoce y conoce su palabra, El la escribió para
nosotros, entonces ¿Quién mejor que El para guiarnos en el aprendizaje? Pídele
a Dios un corazón agradecido y adorador, que pueda reconocerle a Él en
alabanzas y estar abierto a recibir instrucción de su parte.
Bendiciones!!!
Elaine Severino Roberts
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